sábado, 26 de mayo de 2012

Emprender: esa gran estafa


Si hay algo que se haya puesto de moda en estos últimos años de crisis es la emprendeduría…. “faltan emprendedores!” “Este país saldrá adelante cuando haya más emprendedores!”.  Yo por ahora, a los únicos que he visto enriquecerse con esta fiebre “emprendedurística”, es a los de siempre: los intermediarios.

Las administraciones públicas que chupan impuestos. Los notarios que formalizan la constitución de las nuevas sociedades. El rentista que consigue endosar unos meses un local de alquiler. El mequetrefe de la escuela de negocios que vende sus cursos o sus Power Point de “copy -paste” en cualquier ponencia, con noche de hotel y wiscachos pagados por la universidad/feria de turno. El cabezón que promulga emprendedurismo mientras su subsistencia en realidad depende de los contratos que hace con administraciones públicas o empresas que dependen directamente de subvenciones… y cuando estos pesebres se terminan, se traslada a donde todavía hay acomplejados con dólares que siguen pagando los power points de la Señorita Pepis a alguien que lleva traje, y es capaz de hablar en español diferenciando fonéticamente la “z” de la “s”.

Todo hijo de vecino tiene en mente la Web que pegará duro y hará que llegué un fondo de capital riesgo a pagar una millonada. Hasta cualquier profesorucho de castellaño de escuela secundaria de provincias, se ve con ánimos de gastar parte de su sueldo de funcionario para vivir su sueño Zuckerbergesiano.

Todos pretenden poner el bar de copas o restaurante que, paradógicamente,  en medio de la miserización generalizada, dará con la receta mágica para vender y forrarse dónde antes, millones, ya han fracasado.

El estímulo ciego al emprendedurismo promulgado por toda esta caterva de intermediarios chupópteros, es una de las mayores estafas que se han articulado para terminar de robar hasta el último céntimo de mucha gente, abusando de la esperanza que todo náufrago tiene cuando se ve sólo en el océano en medio de una tormenta.

Señores, el emprendedurismo está genial: para el 1% de la población. El resto, vivimos de producir para otros. Hay que ser muy mendrugo para no darse cuenta de que la proporción de emprendedores, éxitos y fracasos, es estable a lo largo de los tiempos… ¿qué nos hace pensar ahora que son más necesarios  los emprendedores? ¿Ha subido milagrosamente el ratio de éxitos de nuevas empresas? ¿No nos damos cuenta de que es el mensaje de unos pocos para terminar de chuparnos hasta el último de nuestros céntimos apelando a nuestro ego o nuestra desesperación?

No, hijo mío, no. Si te han despedido a los 47 años después de estar casi 30 trabajando para el mismo patrón, olvídate de dar con la idea triunfadora. Lo único que conseguirás, es gastarte ese finiquito que te permitiría ir tirando más tiempo, en intentar satisfacer un sueño imposible… mientras alimentas a una manada de hienas que seguirán viviendo de tu dinero y el de muchos otros como tú.

Es terrible haber sido educado en un mundo en el que todo pasaba por ir a más.  En el momento en que están cambiando las tornas, ese esquema mental se torna rígido y nos ciega, impidiéndonos ver que la estamos cagando, y en nuestra caída estamos favoreciendo a alguien que sabe aprovecharse de la desgracia ajena. Ya se sabe que los que verdaderamente se forraban en las fiebres del oro, eran los que vendían palas y no los que descubrían la mina de las grandes pepitas.

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