Hace poco se cumplió 1 año de
aquello que vino a llamarse Movimiento 15M. A mí aquello me pilló en Barcelona.
Sentí la curiosidad (y por qué negarlo, cierta ilusión), por ver cómo aquellos
jóvenes eran capaces de empezar a articular el cambio que debía suponer el
principio de una nueva realidad que no les parasitase. De una realidad que no
les negase la capacidad de desarrollo de sus vidas. Así que, saliendo del
trabajo, me fui para Paza Cataluña. Tardé media hora en deprimirme. Allí había
2 tipos de personas: cuarentones/cincuentones que no podían disimular su
pertenencia al ejército de los funcionarios, y jóvenes que parecían tener poca
o nula idea de qué es lo que nos ha llevado a la situación en la que nos
encontramos (por no decir que el serrín ocupaba gran parte del espacio que la
evolución había reservado en principio para su masa encefálica).
En vez de encontrar jóvenes
cabreados y dispuestos a exigir por las buenas o por las malas, su derecho a
vivir su vida y a construir su futuro,
me encontré con una caterva de lloronas pusilánimes. Los unos (los viejos),
clamando contra aquellos que querían terminar con sus derechos adquiridos, y
los otros (los jóvenes) exigiendo para sí mismo ese mismo trato insostenible
que hasta entonces habían recibido los cincuentones.
En vez de identificar como
veneno, el sistema previo insostenible que les había llevado hasta ahí,
identificaban como culpables, a aquellos que ahora les notificaban la
imposibilidad de seguir funcionando de la misma manera. No exigían
oportunidades justas, no exigían un trabajo que les permitiese planificar y
llevar una vida digna, o poder construir algo sostenible, o corregir las
carencias, no. Sus exigencias,sus parlamentos o intervenciones en las asambleas,
hablaban de evitar recortes en educación y sanidad, demandaban evitar el
adelgazamiento del sector público, clamaban por el mantenimiento incuestionable
del sistema de pensiones o directamente proponían tasas, impuestos o
apropiaciones destinadas a conseguir el dinero que hacía falta para que el
anterior sistema siguiese alimentado... vamos, que aquellos a los que se les
está negando la posibilidad de tener un futuro, se dedican a pedir aquello que
precisamente les ha llevado a donde estamos. Hay que ser estúpido, la verdad. De hecho, la lectura de muchos de los puntos de su lista de peticiones, produciría risas condescendientes si no estuviésemos ante una situación tan grave como la actual.
En este país, el crédito, las
subvenciones de Europa y el dinero fácil del turismo, han hecho que durante
demasiados lustros, la gente se ha acostumbrado a recibir a final de mes algo
que no guarda relación con el valor que cada uno aporta a la cadena. Eso ha
llevado a tener una visión tan deformada de la realidad, que la gente ha
perdido la capacidad de entender de dónde sale el dinero.
Entiendo que un funcionario,
prejubilado o jubilado, llore por lo suyo. Cualquier joven o jóvena (que diría
aquella) que tenga menos de 35 años, tiene la obligación de darse cuenta de que
cada segundo que pasa sin poner toda la carne en el asador por cambiar
radicalmente la actual situación, es un segundo más en la aniquilación de su
futuro personal y de su potencial proyecto de vida.
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